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Sueño en cuarentena

Durante las primeras semanas de esta cuarentena, pasaba frente a mi casa y por todo el sector un vehículo equipado con unas cornetas gigantescas. Mis vecinos lo bautizaron como el Padremóvil. “Deben quedarse en casa, esta enfermedad es muy peligrosa. Quien sea visto en la calle será detenido y obligado a hacer trabajos comunitarios”, algo así retumbaba. Más de una vez desperté nervioso ante aquel estruendo que solía interrumpir mis sueños. En la calle nadie le prestaba atención, era risible ver aquella camioneta circulando lentamente con los parlantes a todo dar, y a su alrededor decenas de personas caminando como si nada, indiferencia total y absoluta. Pero algo sucedió y el Padremóvil desapareció. Creo que hay dos opciones. O se quedó sin gasolina, o finalmente entendieron que estaban haciendo el ridículo.

Pensar en una cuarentena en Venezuela es una ilusión, una ingenuidad. Aquí, desde hace muchos años, la mayoría de la gente vive del día a día. Se compra hoy lo que se va a comer hoy, mañana veremos. Tal vez, si el gobierno colocara elementos con ametralladoras en cada esquina del país y dispuestos a disparar, las personas se quedarían en casa. Sin embargo, aún así, dudo que sería exitosa la medida. Probablemente los agresores correrían con el rabo entre las piernas ante una multitud enardecida, quién sabe.

Para mi fortuna, la ausencia de Padremóvil y su contaminación sonora me permite dormir nuevamente en paz. Ahora, sueño desenfrenadamente sin que nada me perturbe. Hay quienes dicen que en los sueños están todas las respuestas. Otros son más radicales y aseguran que al dormir nos despertamos y viceversa. Yo solo sé que ahora los estoy recordando y eso para mí es bastante. Anoche, por ejemplo, tuve un sueño que recuerdo o creo recordar (al final uno siempre ‘’acomoda’’ los recuerdos) y que me atrevo a compartir ahora con ustedes.

CUYAGUA

Siempre me han gustado las playas salvajes. Mientras más grandes sean sus olas y más violento el revolcón, mejor. Me encanta cómo se dispara mi adrenalina al sumergirme ante una onda marina descomunal a punto de estallar. Así es Cuyagua, salvaje. La conozco desde niño, mi madre era medio hippie, íbamos con frecuencia. Tal vez por eso la siento tan familiar. Suele levantarse tarde pero poco a poco entra en calor, salen las iguanas y las aguas se alebrestan. Una vez en pie, es como una intensa sinfonía para mí. En cambio, cuando duerme, la dama es sutílmente única. Se ven estrellas por todas partes, no hay que elevar la vista, la luna siempre es gigante. Todo es posible en Cuyagua.

Aparezco en un pueblo a lo alto de una montaña en la costa. Veo el mar, mi elemento, y comienzo a preocuparme, mi familia me está esperando en Cuyagua pero no sé cómo llegar, estoy solo. De la nada, aparece un chamo de unos 15 años moreno y viene a mi rescate. Ven, me dice, yo te llevo, y me invita a su casa. Al ingresar, lo primero que veo es una pequeña sala con un par de muebles viejos con huecos. Hay un niño sin camisa sentado en el suelo tratando de descifrar el sonido que sale de una inmensa concha de caracol. En las paredes, unas casitas de barro de adorno, una reproducción de la Última Cena de Da Vinci, y varias fotografías tipo carnet pero grandes, supongo que se trata de la familia de mi nuevo amigo quien me llevará a Cuyagua a reencontrarme con la mía.

En un rincón, no podía faltar, un altar con velas encendidas. Creo que es Juan Bautista, por aquí lo quieren mucho. Volteo y veo una rama de Sábila tras la puerta y le pregunto por ella a mi amigo. Los espíritus, me dice. Vamos, le digo, tengo que llegar, me esperan. Subimos una pequeña escalera, atravesamos la cortina y llegamos al comedor, me invitan, está el resto de la familia saboreando un pescado frito que luce genial. Sin embargo, lo agradezco y me disculpo, llevo prisa. Otro día será, veo a mi amigo y le pido que sigamos. Nuevamente a subir escaleras, esto me parece sospechoso y le pregunto “¿Si el mar está abajo, por qué subimos tanto?” “Tranquilo, yo conozco la marea”, responde.

Al llegar al siguiente nivel, me encuentro en un salón realtivamente oscuro, solo unos rayos de luz que ingresan por los bordes de las ventanas y la puerta permiten la visibilidad. Me quedo pálido y frío observando aquello. Entonces, dice mi amigo ¿No querías venir a Cuyagua? Abre la puerta pues. Aunque confieso que mi primer deseo fue regresarme corriendo, bajar las escaleras y salir de esa casa, me armé de valor. Creo que recordé que soy venezolano y para nosotros se supone que el miedo ya no existe. Me acerque a la puerta y sin pensarlo mucho la abrí. ¡Dios! No sé qué me impresionó más, si la luz casi encandilante de Cuyagua, la arena en mis pies, o el sonido del mar. Tal vez fue la mezcla de todo aquello. Por un par de minutos me quedé parado sintiendo la energía de aquel mágico lugar. Por supuesto, cuando me di vuelta para agradecerle a mi amigo ya no estaba, mucho menos la casa. ¿Y mi familia? Al carajo mi familia ¡Estoy en Cuyagua!

Leandro Pino
Maio, 2020

Fotos de Andres Cantoral

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Escrito por

Escuela de Comunicación Social, UCV: Licenciado en Comunicación Social, nivel de eficiencia 1. Tesis de Licenciatura aprobada con la máxima calificación y mención de publicación. Periodista, Guionista, productor y redactor de noticias. Venezuela, pinoleandro72@gmail.com

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Últimos comentários
  • Me encanta como escribes y te agradezco infinito que nos amenices la cuarentena… Tu descripción del disfrute de la fuerza de las olas , es intenso. Tienes que experimentarlas en Chirimena…

    • Gracias Amaya! Wow! Todo un honor para mí! A ver cuándo vamos para Chirimena 🙂 Un abrazo grande!

  • Mil Gracias mi estimado, hermoso escrito y más intenso sueño. Ya despertará sobre las arenas y brisas de Cuyagua. “La más de las veces los sueños se hacen realidad”. Cariños.

    • Gracias Beatriz, Un gustazo que me hayas leído, Abrazo grande

  • Cuyagua, o tu sueño, despertó el deseo de conocer Venezuela, distanciado de nosotros por las noticias que tenemos de este hermoso país. Gracias por hacer que el sueño de esta hermosa playa sea tan físico.

    • Holaaa! Gracias a ti Mininie y a deoutramaneira, por brindarme la oportunidad de expresarme a través de esta hermosa ventana.. Es todo un privilegio el mío. Te mando un fuerte abrazo